dilluns, 17 de maig del 2010

Sobre la ilusión por celebrar algo (no necesariamente nuevo)

Cuando llega el cumpleaños, aparecen los globos. Pero ya se sabe lo que pasa en un sentido lineal: se pinchan, se desinflan y caen. En el fondo, creo que los globos son una putada para los niños. Es un elemento que lleva implícitas la posibilidad de absoluta felicidad y pérdida al mismo tiempo. Con el pastel -todavía con cera de las velas- sucede algo parecido, está riquísimo -piensa el niño- lo desayunaría cada día. Pero aquellos trozos que se guarda al acabar la fiesta acaban por desaparecer.

En el tópico "todo lo placentero es fugaz" subyace el deseo por eternizar el instante, siempre hay algo que sabe a poco y se quiere más.

Por ello creo que, el acto de inaugurar es como el globo: contiene lo fugaz y duradero. Pero es un poco distinto, algo que contiene más emoción- ya no eres tú y el globo, sino varios- como una meta invertida que llega al punto de partida, al recorrido. Algo parecido a una regresión: más que el hecho de llegar a un lugar nuevo, se rememora el proceso, aquello que ha yas recorrido.

A ver qué tal nos va inaugurando, supongo que todas las celebraciones llevan implícitas dosis de felicidad.


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